El pasado 27 de enero nos asomamos a un tema poco tratado en Bioética: Vulnerabilidad y prisión. La realidad vulnerable que experimentan estas personas, privadas de parte de su libertad, más específicamente de la “libertad de movimiento”. Un tema muy interesante que afrontó la cuarta sesión del ciclo Vulnerabilidad, Persona y Bioética, organizado por la Universidad Rey Juan Carlos, de Madrid, en colaboración Tatiana Pérez de Guzmán el Bueno.
La primera ponencia corrió a cargo de la Dra. Delia Manzanero, profesora de dicha Universidad y colaboradora del proyecto Filosofía en prisión, aprender a pensar, saber vivir. A partir del tríptico pintado por El Bosco, “El jardín del paraíso”, la profesora Manzanero profundizó en cómo esta obra de arte representa la humanidad en su fragilidad. Somos vulnerables, “infirmes”, o sea, “enfermos”. La única relación profunda con los demás se explica en el amor, y el amor por esencia nos hace vulnerables, además de elevar nuestra humanidad al mayor grado posible.
Los internos tienen la libertad de aprender, y esa es la experiencia del proyecto Filosofía en prisión, liderado por la Dra. Marta Albert, Directora también del Máster en Bioética de la Universidad Rey Juan Carlos.
A continuación, tomó la palabra Susana Cano. Educadora social, que conoce el día a día de muchos procesos de reinserción. Su vocación, desde los primeros años en la universidad, le llevó a “ayudar a las personas”. Un buen profesor le empujó a ayudar a grandes vulnerables, a los presos. Estas personas pierden ciertos derechos de movimiento., pero corren el riesgo de perder también mucha libertad y dignidad. Nuestro trabajo debe centrarse en acompañarles en la situación de riesgo y defensión que surge de su privación de libertad: estructura y organización externa de los centros penitenciarios, entorno cerrado y muy limitado, posibles patologías físicas y mentales…
La sesión concluyó con las experiencias de un voluntario de la Asociación “Entre pinto y Valdemoro”, Alfonso Vargas. La cárcel, por si sola, no ayuda ni reinserta; es necesario mucho trabajo personal y ayuda de otros. La cárcel es una privación de libertad, no una privación de dignidad. Y la estancia allí debe servir para rehacer posteriormente los vínculos de dignidad. ¿Qué pasa cuando salen, sobre todo después de condenas largas? Gracias a la cárcel, y a un trabajo persona y de acompañamiento, muchos presos han reconocido que se han “rehecho” como personas.